Una tras otra

Como envuelta en el barro, al principio del tiempo que no fue, se oyeron vestigios de unas voces que gritaban en silencio.

Y fue una mujer que bebiendo de su sangre, abrió un sendero de sensaciones, para aquellas que se acercaron en el momento justo en que desplegaban sus
alas.

Una tras otra, haciendo de su piel las hojas en donde sellaron su historia en aquel abanico de la vida, solo para destilar unas gotas de rocío.

Y del torrente de sus venas, aplacaron el dolor de la soledad tardía, entrelazando esos sentidos muertos, para hacerlos estallar en un sonido perdido.

En la aguada se vistieron con sus lienzos, rasgando en el viento esos cuerpos que se fundieron en la arena, en una noche en que el firmamento se tiñó de centellas.

Y fue una mujer que bebiendo de su sangre, abrió un sendero de sensaciones, para aquellas que se acercaron en el momento justo en que desplegaban sus
alas.

Diana Fuster
Paraguay

Con este poema participo del cuarto Concurso de Poesía de Heptagrama.

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